En nombre de la religión se han cometido innumerables atrocidades y declarado infinidad de guerras, en las que los contendientes, creyentes fanáticos, luchan hasta la muerte por su credo y su dios. Las cruzadas fueron guerras de religión y al mismo tiempo, guerras de poder y dominio sobre un territorio devastado por los enfrentamientos de sus propios jefes tribales.
Los primeros cruzados irrumpieron en el territorio que hoy se extiende desde Turquía hasta Egipto, en el siglo XI, y durante doscientos, en sucesivas oleadas, intentaron recuperar los lugares santos. La cultura árabe vivía su momento de mayor esplendor y brillaba con luz propia, lejos del oscurantismo medieval de Occidente.En el libro de Amin Maalouf, siguiendo fuentes originales de observadores de la época, se exponen los hechos que acaecieron durante estos dos siglos, y que han marcado las relaciones posteriores entre Oriente y Occidente.
Las cruzadas fueron una invasión en toda regla, en nombre del cristianismo de Roma. Contra los occidentales, o frany, como se denominó a los europeos invasores, el autor nos presenta a los musulmanes en sus distintas facciones religiosas (chiitas, suníes, fatimitas, etc.) desunidos y ocupados en sus propias luchas intestinas, y entre medias los cristianos de cultos orientales (armenios, ortodoxos, etc). Estas diferencias entre facciones dieron como resultado una serie de alianzas que únicamente respondían a motivos políticos. El resultado fueron dos siglos de guerra, donde la población de ciudades como Jerusalem, Antioquía, Trípoli o Tiro sufrió asedios y todo tipo de atrocidades, y un territorio que a día de hoy sigue en una situación muy similar en cuanto a conflictos armados.
Con un ritmo ameno y dinámico, el autor nos introduce en una época dominada por los señores de la guerra y de la religión, al servicio de una política de conquistas y de luchas por el poder. Es un ejercicio de aprendizaje interesante para conocer el otro lado de las cruzadas, el otro bando, el de los invadidos, los civiles que vivían en las regiones ocupadas, mientras sus dirigentes se ocupaban de acaparar más poder, alargando un conflicto que pudo haber terminado mucho antes.