A la papelera de la ONU no le habrá sorprendido que le hagan tragarse la resolución de alto el fuego 1860 del Consejo de Seguridad. Debe de estar ya acostumbrada. Tal y como está redactada, nada garantiza que Israel no seguirá sometiendo a bloqueo a la franja de Gaza, y ese bloqueo fue el motivo del fracaso de la tregua que Hamás impulsó y mantuvo durante seis meses. Por otra parte, Hamás ni siquiera se siente concernida por la idea de un alto el fuego, puesto que es el Ejército israelí el que está a la ofensiva en este momento.
Como indica claramente la abstención (y no veto) de Estados Unidos, esta resolución era más bien un intento desesperado de ofrecer una salida a Israel, y darle en los despachos lo que no ha logrado aún en el campo de batalla. La ONU, que tampoco esta vez ha previsto ninguna sanción por incumplimiento, no puede hacer ya más por Israel. Ni siquiera ha condenado la muerte de sus trabajadores a manos del Ejército israelí ni el bombardeo de dos de sus escuelas, algo que habrá dejado pensativos a los funcionarios de la ONU en todo el mundo.
La oferta de monitores europeos en el paso de Rafah, el compromiso egipcio de destruir los túneles por los que entran armas (y comida) en Gaza y el derecho de Israel a abrir o cerrar las fronteras son una vuelta al statu quo antes de este conflicto. Que Hamás lo rechace es lógico: Egipto se ha revelado como su segundo peor enemigo y Europa ha perdido toda credibilidad a ojos no ya de Hamás, sino de todos los palestinos. La pregunta sería ¿por qué no lo acepta Israel?
No lo acepta por ahora porque Israel no quiere una victoria diplomática, sino militar. Después de su derrota a manos de Hezbolá hace dos años, ni el prestigio del Ejército ni las expectativas electorales del Gobierno sobrevivirían a otra parecida. En el 2006, se prometió al público que se «aplastaría» a Hezbolá y, como suponía el resto del mundo, Hezbolá tiene ahora exactamente el doble de efectivos que entonces. Ahora los políticos han tenido la prudencia de ser más abstractos, pero ya sea el objetivo de esta operación impedir el lanzamiento de cohetes por parte de Hamás o hacerle perder el control de Gaza, el Ejército no ha sido capaz por ahora de lograr ninguno de los dos. Por eso Israel dice preferir la iniciativa francoegipcia, que en realidad es idéntica a la aprobada por la ONU: no porque sea más favorable, sino porque tardará más. Israel va a seguir, pues, no hasta ganar, porque eso es imposible, sino hasta que el Gobierno pueda convencer a los electores de que ha ganado.
Miguel Anxo Murado