Las comparaciones son odiosas. Sobre todo para aquel a quien dejan en evidencia. Pero para saber hay que comparar. Ayer, por ejemplo, en tan solo un ataque, Israel mataba a más civiles que Hamás con todos sus cohetes caseros Qassam. Eliminar la amenaza de esos cohetes era el objetivo oficial de esta guerra, y ciertamente se trataba de una amenaza, pero esta hay que valorarla sensatamente. Israel llegó a calificarla de «amenaza existencial», lo que suscita la pregunta de cómo tienen que calificar entonces los palestinos (y nosotros) esta operación militar israelí en curso.
Esos números de la operación militar en curso plantean a su vez más preguntas, y obligan a reflexionar sobre la manera en la que nos referimos a Hamás y al Ejército israelí. Incluso cuando se atreven a hacer una mínima crítica a Israel, los líderes políticos europeos se sienten obligados a condenar siempre con mucha mayor dureza a Hamás, haya hecho lo que haya hecho. Esta es, efectivamente, una organización que ha empleado la violencia en el pasado y de una manera brutal. Pero también esa violencia debe ser medida y pesada, puesto que se la utiliza como argumento. Y entonces nos encontramos con que Israel ha matado a más civiles en diez días que el propio Hamás en sus veinte años de historia. Casi el doble. En semana y media.
Los portavoces israelíes nos repiten con una monotonía cansina que su Ejército trata de minimizar las bajas civiles, cuando la tozuda realidad nos demuestra que eso no es así. Es tan poco creíble como cuando Hamás asegura dirigir sus cohetes contra las instalaciones militares de las ciudades del sur de Israel (y es verdad que las hay).
Quizá haya llegado el momento de ser más justos, y revisar la demonización a la que se ha sometido a los grupos palestinos (antes Al Fatah, ahora Hamás) y que solo ha servido para preparar el terreno a la muerte de miles de civiles inocentes.
Miguel Anxo Murado